41 – Familia Unida

Serendipity, Confesiones de un Amoradicto

Mamá tuvo múltiples internaciones a lo largo de mi vida. Pasé mi adolescencia acompañándola a cuánto médico fuera necesario para sostener su cóctel de padecimientos. Artritis reumatoidea, fibrilación auricular, flebitis, ulceraciones en las piernas, insuficiencia de la glándula suprarrenal, hipotiroidismo, hipertensión arterial y finalmente un principio de cirrosis por la cantidad de medicamentos que debía tomar para que su organismo supliera las falencia que las patologías le producían. Ninguna internación fue sencilla. Siempre conllevaban una gran logística para coordinar los horarios de visitas cuando se encontraba en terapia intensiva o bien para acompañarla durante las noches cuando era traslada a una sala común, aguardando con ansiedad el alta médica. Sumado al hecho de que la vieja estaba en un delicado estado de salud lo cual despertaba miedos, la incertidumbre, la impotencia, la necesidad constante de saber exactamente qué ocurría y qué podíamos hacer para ayudarla.

En ésta oportunidad, la artritis estaba afectando con más ahínco su corazón y su funcionamiento neurológico. Trombos, pequeños coágulos que se desprendían y circulaban peligrosamente por el cuerpo, con riesgo de producir accidentes cerebro-vasculares. La situación era delicada. Había sido internada hacía dos días por arritmia cardíaca y un alto grado de desorientación. Hablaba incoherencias, reía y luego se amargaba, por momentos me miraba con un extremo deseo de abrazarme y por otros parecía ofendida. El oxígeno le estaba faltando, por lo que la mantenían con respirador. Como éstas ya había pasado muchas. Siempre fue una luchadora, tal como mi papá.


Ambos se habían acompañado durante toda una vida, con turbulencias y también viento a favor. Pero cada recaída de mamá avejentaba un poco más a papá y lo sensibilizaba el doble. Al volver a su casa yo sabía que estaría solito y posiblemente ni se prepararía la cena. De hecho, muchas veces era víctima de mis retos por verlo llevar la misma ropa del día anterior. Necesitaba a su compañera. Necesitaba que ella lo peleara para hacer los quehaceres del hogar y así sostenerse ambos en la soledad de la vejez, cuando ya los hijos tienen «demasiados problemas» como para estar «tan pendientes» de los padres.
Serendipity, Confesiones de un Amoradicto

Es difícil ser hijo de padres tan adultos. Más de una vez me ha atacado la culpa por haberme ido, por sentir que los había abandonado. Pero también es parte del proceso dejar el nido y emprender el propio vuelo, sea a donde sea que nos lleve. En cierto modo, mi hermana y yo éramos los más cercanos a mis viejos, porque vivíamos en la misma ciudad. Mis hermanos estaban en la Patagonia, con sus familias, trabajos y problemas, por lo que mantenían una relación más telefónica con mamá y papá. De vez en cuando venían todos de visita y había que armar largas mesas y lavar muchos platos, de lo cual casi siempre me encargaba yo con mis cuñadas. Yo tenía mayor control que mis hermanos sobre todo lo que ocurría en la casa de mis viejos, y en el último tiempo papá había delegado muchas responsabilidades en mí, y hasta me consultaba sus decisiones antes de tomarlas con firmeza.

En cierto modo, siempre sentí recelo por la distancia de mis hermanos. Siempre fui yo el que estuvo cuando las cosas estaban mal, yo había visto a mis padres en estados muy frágiles de salud, hasta a veces me sentía el papá de mis papás, lo cual era bastante extraño. Solo guardaba reclamos para con mis hermanos: Nunca había recibido una llamada para consultarme por cómo estaba mi vida, si necesitaba algo, éramos completos extraños. Yo tampoco los llamaba. Eramos sujetos pertenecientes a un linaje sin vinculación más allá de la sangre y el amor de los viejos. ¿Acaso eso es “hermandad”? Prefiero mil veces la fraternidad, la estrecha relación honesta y electiva con personas que hacen que las lágrimas y las risas valgan la pena, que acompañan apoyando o resistiendo, pero siempre dando una mano, soporte.

Obviamente, imagino que no es fácil para ellos mantenerse lejos, lidiar con los problemas personales y además saber que la vieja está internada a más de mil kilómetros; mantener un trabajo para sustentar la vida de una familia y por tal caso imposibilitarse la chance de viajar para tratar de ayudar y apoyar. No es simple, por supuesto. Quizás algún día me pase. Pero no creo poder pasar un día sin recibir el afecto, al menos por teléfono, de mis padres. Por lo menos, hacerlos reír con mis boludeces, mis ocurrencias, hacerlos sentir que me importan y que los necesito. No lo sé… al menos lo intentaría.
Pa Serendipity, Confesiones de un Amoradicto

– ¿Les vas a decir? – dejó resbalar mi hermana, Eugenia, mientras esperábamos el horario de visita para la unidad de terapia intensiva – Vienen los dos. El pastor que manda salmos todas las mañanas y el amante del turismo-aventura. Llegan a la noche. Uno va a parar a casa y el otro a lo de los viejos. ¿Les vas a contar de vos?

– ¿Estás fumada? ¿La maternidad te está afectando las neuronas? No, ni en pedo. No tengo nada que hablar con ellos… además, ¿en serio? ¿Voy a tener «esa» charla con el pastor? – dictaminé. Estaba cansado. La situación de mi familia me afectaba sobremanera y se sumaba a la ola de sucesos que me acosaban últimamente.

– Bueno… capaz que es más abierto de lo que pensás. Quizás en su iglesia te aceptaría. Qué se yo… además, en algún momento vas a presentar a alguien y bueno… van a saber que tiene pitito…

– ¿”Pitito”? ¿De verdad? – reímos, había que descomprimir la tensión – No creo que quiera mezclar religión con sexualidad y familia hoy. Demasiado para un día. Además, qué les importa. Nadie me llama nunca, yo no los llamo a ellos, no tenemos contacto. Sí… los quiero, qué se yo, pero… no tenemos un lazo tan estrecho como para que les confíe mi intimidad así, como si les debiera algo… soy así y el día que presente a alguien lo conocerán y si lo aceptan o no, es cosa de ellos. Mi vida es ésta, éste soy yo, combo completo y no tengo nada de qué avergonzarme. Es más, no deberíamos ni tener “esas charlas” complicadas de confesión… no soy narcotraficante o un serial killer… soy un hombre, hago mi vida… nadie tendría que alarmarse porque salgo con otros hombres…

– Así se habla. Contundente – y a los segundos mi hermana ingresó a la UTI luego de ser invitada por una enfermera.

Quizás deseaba evitar escenas o reclamos, o simplemente no tenía ganas de hablar con ellos. Cuando fuera el momento preciso ellos confirmarían sus sospechas. Mientras tanto, lo importante acá era mamá.

-Hola, mi amor…¿Cómo estás? Te extraño – me decía ella, recostada, estirando las manos entre el suero en brazo derecho y las mangueras que llevaban oxígeno a su nariz.

-Acá estoy, mamá. Muy bien. ¿Vos?

Serendipity, Confesiones de un Amoradicto-Y… shhh, callense la boca… – le gritó quién sabe a quién – Deciles que se callen, que está durmiendo tu papá en la pieza… que chicos de mierda. Te amo, hijito.

-Yo a vos, mamá. ¿Cuándo nos vamos?

-¿A dónde?

-A casa…¿a dónde va a ser?

-¿Dónde estamos?

-En la clínica, ¿te acordás?

-No.

-En la clínica. ¿Comiste algo?

-Ahí, en las camas de allá, hay un jugador de fútbol… no sé de dónde… – confesó, en susurros. Me le acerqué y aproveché para besarle la frente – Está toda la familia ahí. Dicen que se comió un palo…

-¿Un palo? ¿Cómo se comió un palo?

-Así dijo el enfermero anoche. Que se comió un palo…

-¿Cómo, mamá?

-¿Y cómo va a ser? Se lo comió.

No pude evitar reírme y abrazarla con ternura. No sabía si reír o llorar. Opté por la risa, siempre alivia los malos síntomas, y a ella la ayudaba a pasar todas las horas de terapia intensiva que ya cargaba encima.

– ¿Cómo está tu mamá? – un mensaje en mi celular.

– Bien. Según el parte de hoy dicen que va progresando. Hoy le van a retirar el oxígeno. El corazón está bajando unos descibeles así que… veremos si mañana la pasan a sala común.

– Uhhh, genial entonces. Bueno, te dejo tranquilo. Hablamos luego.

– Ey, no me molesta hablar… además sabés que si no contesto es porque me distraje o me ocupé con algo. Aprovechame mientras te hable jajajajaja – respondí -. Gracias por preocuparte, Juan.

Serendipity, Confesiones de un Amoradicto– De nada! Es una mala racha, vas a ver que todo va a mejorar. Hay que tratar de no dejarse ganar por las circunstancias. Quizás te venga bien un cambio de perspectiva… no es que crea en la ley de atracción y esas cosas… pero para bancarse las complicaciones a veces hay que mirar el vaso medio lleno y seguir adelante – su mensaje fue como una oleada serena y refrescante. Sonreí.

– Gracias, en eso tenés razón. Lo voy a tratar de poner en práctica.
Juan Cruz era…

– Necesito verte, tío… tengo algunas ideas en la cabeza que me gustaría que discutamos. Saludos a tu mami, vas a ver que todo va a salir genial! Te quiero – mensaje de Mirna, directa, cariñosa. Tenía que juntarme de manera urgente con ella. Luego del incidente del Paseo, estelarizado por Emilia Guevara y el recientemente descubierto Agustín Soriano, sólo habíamos hablado por teléfono. Me tenía que contar todo lo que había descubierto en su persecución con lujo de detalles. Lo que ya sabía era que…

– Necesito que nos juntemos! Urgente. No hoy… estoy cansada y quiero dormir. Pero urgente. Corté con Luis – mensaje contundente de Vicky. Había demasiado que hacer… demasiado que contar…
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Serendipity, Confesiones de un Amoradicto por Jonathan Picossi se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.

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